Últimamente el
movimiento misionero desde América Latina ha puesto su mirada en lugares que
deben ser alcanzados por el evangelio pero que, comúnmente, son lugares que en
su mayoría carecen de urbanidad, desarrollo y "carácter de ciudad". Este es un buen enfoque y prioritario, y
creemos que no debemos perder dicha visión. Sin embargo, pareciera que por momentos se nos olvida que hay lugares
que también deben ser evangelizados y alcanzados, que no necesariamente están
ubicados donde geográficamente creemos que hay mayor necesidad (como aldeas pobres en países muy lejanos al nuestro). Tal es el caso, por ejemplo, de enormes
ciudades desarrolladas y muy bien urbanizadas que alrededor del mundo crujen sus dientes por los
golpes que la vida de pecado les da y que, desesperadamente, buscan alternativas
equivocadas para menguar su sufrimiento físico y espiritual. Me estoy refiriendo a las ciudades donde vivimos, las cuales hemos perdido de vista cuando hablamos de "misiones". Debemos echar un vistazo a nuestras propias ciudades e invocar el nombre del Señor para que toque almas cristianas que se
dispongan a vivir el evangelio dentro de
las mismas.
Por eso, sin descuidar nuestra tarea misionera transcultural realizada en otros países, debemos trabajar y luchar para llevar el evangelio con métodos urbanos y
adecuados al aquí y al ahora en que se desenvuelve el hombre de "la modernidad", esto es, nuestras ciudades. Y aunque el evangelio tiene el mismo significado en cualquier parte del
mundo, está claro que evangelizar en alguna ciudad de América Latina no es lo mismo que evangelizar en
la China. Es bastante obvio que debemos
cambiar nuestra metodología dependiendo del lugar donde nos encontremos. Así, pues, el lugar determinará la raza, la cultura, el idioma
y las características singulares religiosas, políticas y sociales de la gente
que queremos alcanzar. De ahí que, por
ejemplo, no podemos evangelizar por igual a una tribu de Zaire que no posee los
elementos de prejuicio tecnológico, que a un empresario y un ingeniero de la
ciudad de Nueva York quienes sí poseen las herramientas tecnológicas necesarias para
vivir a su manera.
Los laicos jugarán
un enorme papel en la evangelización de las grandes urbes del mundo, pues son éstos los que más contacto tienen
con el mundo moderno. Son los
privilegiados de “llenar las ciudades” con el conocimiento verdadero de
Dios. Por eso, los empresarios,
artistas, músicos, filósofos, estudiantes, industriales, campesinos y toda la
gente que se ocupa en algo, pueden ser alcanzados para Cristo de mejor manera
por aquellos que se ocupan en lo mismo que ellos, es decir, laicos homónimos a
éstos.
La obra misionera realizada en países ajenos a los nuestros es muy importante, pues responde al llamado de Mateo 28:19-20 de llevar el evangelio a todas las naciones. Pero también creo firmemente que Dios anhela que los cristianos penetren en donde, por algún temor, nadie quiere
penetrar. Se nos olvidó que la ciudad donde vivimos es nuestra Jerusalén. Sí debemos ir a los confines de la tierra donde aún no se ha predicado de Cristo. Eso es prioritario. Pero no por ello deja de ser importante la
evangelización de nuestra propia ciudad. No
todos los cristianos pueden ir lejos a otros países como misioneros, pero muchos pueden ir cerca y compartir el mensaje que puede cambiar la vida otras personas.
No debemos perder de vista la enorme necesidad de Dios que nuestras ciudades sufren por la ausencia eficaz del mensaje de Jesucristo.
No debemos perder de vista la enorme necesidad de Dios que nuestras ciudades sufren por la ausencia eficaz del mensaje de Jesucristo.
2 comentarios:
Karel. Interesante y útil su reflexión. Qué recomendaciones tiene o qué fuentes puede ofrecer sobre acciones a realizar en misiones urbanas. Saludos. Bendiciones.
Saludos Karel, hace años te conocí en SETECA, muy buena reflexión!!
Bendiciones para tu vida y ministerio
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