Aunque lo que sí hay son naciones -sin líneas fronterizas hechas por Dios que las divida- el problema de la inmigración es provocado por la falta de conciencia de quienes abusamos de las porciones de tierra que Dios nos ha prestado para vivir y convivir, llámense éstas naciones, pueblos o culturas. Creer que somos dueños de la tierra y no administradores de ella, es el clímax del problema de inmigración. Y aunque estamos comprometidos con acatar lo que las leyes establecidas por los gobiernos nos dicten respecto al tema de inmigración, también tenemos como tarea cristiana evaluar concienzudamente a la luz de la Biblia cuáles leyes e instancias legales contradicen los preceptos divinos o menosprecien el concepto de moralidad a fin de que podamos acatar tales leyes en su plenitud.
Las escenas de las últimas semanas de los niños que están cruzando las distintas fronteras del norte rumbo a los Estados Unidos, quienes sufren las peores condiciones del clima desértico, siendo capturados por los agentes de las patrullas de control migratorio para luego ser llevados a refugios momentáneos antes de su deportación a sus países de origen, son desgarradoras. Los reportes e investigaciones indican que cientos de estos niños proceden de familias que profesan la fe cristiana en Centroamérica. Tal realidad, aunque parezca contradictoria ante la pre-suposición de que un cristiano o una familia cristiana debe o deben no violar ninguna ley por mandamiento divino (o a lo menos por un acercamiento bíblico o un intento de interpretación correcto de la Biblia respecto al tema de obedecer las leyes terrenales) nos ofrece a los cristianos la responsabilidad moral y ética de practicar compasión y misericordia con el inmigrante, aun cuando no tengamos un claro panorama o entendimiento sincero del contexto que provocó el éxodo de nuestros conciudadanos.
Por tanto, elevo mi oración a Dios en tres dimensiones:
1) Que Dios proteja, ayude, dé luz y sostenga a estos niños y sus familiares, en medio de su crisis inmigratoria.
2) Que Dios transforme la mente y los corazones de nuestros gobernantes locales en Centroamérica, a fin de que éstos propongan, legislen y apliquen leyes apropiadas que provoquen mejoras en las condiciones socioeconómicas de nuestro istmo, con miras a frenar el masivo éxodo hacia los Estados Unidos.
3) Que Dios transforme y atraiga de nuevo hacia Él a los gobernantes de Estados Unidos, nación que históricamente fundó su visión de gobierno en los preceptos bíblicos del amor, la compasión y la misericordia de Dios, a fin de que éstos implementen legalmente una verdadera y justa reforma migratoria en los EEUU.
¿Hay alguien aquí que quiera unirse a mi oración? ¡Pronunciémonos! ¡Corramos la voz!
Con afecto cristiano,
Karel Golcher