domingo, 11 de diciembre de 2005

Reseña Crítica del libro: El Reino de Dios y el Ministerio Educativo de la Iglesia, escrito por Daniel S. Schipani.





Me parece formidable que siga habiendo gente que escriba acerca de la educación cristiana. Schipani cree que la educación cristiana debería ser uno de los pilares que sostienen a la iglesia. Por eso él dice: “La educación cristiana consiste en los esfuerzos deliberados, sistemáticos y sostenidos, mediante los cuales la comunidad de fe se propone facilitar el desarrollo de estilos de vida cristianos por parte de personas y grupos”[1] Tal como muchos lo han apuntado, la educación cristiana en América Latina está en crisis, pues la situación general presenta serias deficiencias. Hay por lo menos cuatro quejas que demuestran dicha situación. En primer lugar, está el problema de la falta de recursos en cuanto a los materiales para la enseñanza. En segundo lugar, los programas y materiales que ocupamos frecuentemente no están debidamente contextualizados.[2] En tercer lugar, la escuela bíblica dominical a menudo está desconectada de otras dimensiones de la vida y misión de la iglesia. Y, por último, nuestros métodos tienden a ser discursivos y expositivos, sobre la base de lecciones a enseñarse, siguiéndose servilmente las instrucciones de los expositores o manuales correspondientes en cuanto a contenido, explicaciones, ilustraciones, etc.[3] Schipani sostiene una tesis: La educación cristiana será efectivamente creativa y transformadora, cuando sea orientada por la imagen bíblica del Reino de Dios.[4] Eso es excelente. Es preciso notar, sin embargo, que entonces es menester hablar más del Reino de Dios en todo este asunto. Un Reino de Dios que penetre aún en las más recónditas esferas humanas del creyente en Cristo que se congrega no sólo en la iglesia, sino también en los hogares, las calles, las tiendas, los parques y las escuelas. El problema de la educación cristiana en América Latina debe percibirse en el marco de la realidad socio- económica y político-cultural del continente, donde la iglesia vive y actúa.[5]

La educación cristiana, según Schipani, debe proveer desarrollo personal en el individuo pero también creatividad. La noción de desarrollo está encerrada en cinco elementos básicos: Primero, el desarrollo supone un plan básico, es decir, se espera que todos pasamos por determinadas etapas o fases en la vida. Segundo, el desarrollo supone una secuencia invariable. La idea es que cada etapa implica el paso por la anterior y conduce a una siguiente. Tercero, el desarrollo supone una integración de elementos cada vez más complejos. Cuarto, el desarrollo supone una interacción constante entre la persona y el ambiente. Y quinto, el desarrollo supone una meta, la cual puede definirse en términos de madurez. Para todo lo anterior es necesario que el desarrollo gire alrededor de lo social, lo cognitivo (secular) y de la moral y de la “fe”. En esto último estoy de acuerdo, pues creo que nuestra formación debe ser integral. Es decir, que aprendamos a vivir con “la mente, el corazón y el espíritu”, según el lugar y ambiente que nos rodee. Sin embargo, solamente preferiría poner a la fe como valuarte de mi desarrollo antes de lo social, lo cognitivo y lo moral. En cuanto a la creatividad, se toma como modelo la filosofía educativa de Freire. Su visión educativa se concentra en el potencial humano para la creatividad y la libertad en medio de las situaciones de opresión política, económica y cultural. Busca la concientización. Es decir, el proceso por el cual las personas adquieren y desarrollan una consciencia crítica, tanto de la realidad social que condiciona sus vidas, como de su capacidad para transformar tal realidad.[6] Por eso es necesario tomar en cuenta las ciencias del comportamiento humano tales como la psicología y la educación.

El Evangelio del Reino de Dios debe ser el fundamento bíblico-teológico más contundente sobre el cual se sienta la educación cristiana. Si nos interesa comprender, vivir, compartir y proclamar el Evangelio del Reino ¿cómo interpretaremos las implicaciones de la postulada centralidad del Reino y de la expectativa por su venida?

En cuanto a las implicaciones formales del evangelio del Reino, se debe interpretar el “Reino de Dios” como símbolo de la acción liberadora y recreadora de Dios, su voluntad y promesa, tal como se percibe en las Escrituras y, principalmente, a la luz del ministerio de Jesús. El reino de Dios que Jesucristo anuncia abarca el mundo, la persona humana y la sociedad. La realidad entera ha de ser transformadora por Dios. Lucas 17:21 dice “El reino de Dios está entre vosotros”, significando, según la exégesis más reciente, “el nuevo orden introducido por Dios está a disposición de ustedes. Pero una implicación inmediata es que se debe tomar muy en serio la persona del “Rey”. La presencia de Jesús niega la negación de la vida: se curan enfermedades (Mt.8:16, 17); la lucha se cambia en victoria y gozo (Lc.7:11-17; Mc.5:41-43); la muerte se transforma en mero sueño (Mc.5:39); los pecados son perdonados (Mc.2:5); los demonios impuros ceden lugar al Espíritu de Dios (Mt.12:28).[7] La referencia al Reino también incluye la obediencia. La única forma posible de conocer a Jesús está en el seguimiento, real y vívido, de su persona, en el esfuerzo por identificarnos con sus preocupaciones históricas, en el intento por plasmar su reino entre nosotros.[8] Con mucha propiedad Schipani arguye que el Reino es, esencialmente, un símbolo político. El tema del Reino obviamente poseía una connotación política para los judíos. Para ellos el Reino de Dios designaba la liberación de la opresión y la vida en su máximo potencial. El señorío de Dios sobre todas las cosas también debía demostrarse políticamente. El Mesías habría de inaugurar el Reino. Jesús, sin embargo, tuvo que corregir las expectativas mesiánicas y apocalípticas del pueblo. Debió refutar y rechazar las estrategias y los sueños nacionalistas de Israel. Yo también creo que el Reino tiene alcances políticos, pensando primeramente en nuestra situación nacional. No puedo desvincular el qué hacer social, tal como la política, del plano del gobierno de Dios. Por eso, dejando claro que lo más importante es el Reino espiritual y transformador de Dios que empieza en la mente y el corazón del ser humano, comparto la idea de Schipani cuando dice que: “El concepto bíblico Shalom –que incluye paz, justicia, plenitud humana, bienestar, y salvación misma, debe percibirse en su íntima relación con el símbolo del Reino. El Reino de Dios es en realidad el Reino de Shalom, que define el proceso y el contenido de la política de Dios.[9]

Por otro lado, en cuanto a las implicaciones materiales del evangelio del Reino, cuando se alude al Reino de Dios necesariamente, según Schipani, se le distingue de todos los otros reinos. No hay señores por encima de Jesucristo, pues Él es el Señor de señores. El reino es único. En ese sentido, como dice Boff, “Cristo tiene dos exigencias fundamentales: él demanda una conversión personal y postula una reestructuración del mundo humano”.[10] Eso implica, entonces, un cambio de actitud que siempre debe ir acompañado del cambio espontáneo de acciones. Por encima de ello, insisto, tal como lo expone Ladd, la vida del reino debe basarse en la expectativa por alcanzar primeramente la vida eterna.....”Jesús dijo a Nicodemo: ´El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios´, y ´el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios´(Juan 3:3-5)”.[11]

Después de considerar el trasfondo cultural sobre el cual vive la Iglesia, ya sea crítico o estable, Schipani aboga por una Educación Cristiana que sea congruente con las necesidades latentes de la iglesia. En cuanto al propósito del la Educación Cristiana se nos hace un llamado a comprometernos a hacer posible que las personas de todas las edades se apropien del Evangelio del Reino de Dios. Eso implica seguir a Jesucristo y responder al llamado al discipulado. En cuanto a las personas y el contexto que comprenden la Educación Cristiana, básicamente se debe incluir a todo creyente sin excepción, partiendo de la iglesia (contexto inmediato) hacia la misma cultura de la sociedad (otros contextos). Para que esto se dé es imperativo que la iglesia, como contexto educativo para la creatividad y la libertad, permanezca abierta y en interacción constante con el medio sociocultural.[12]

Finalmente, considerando seriamente todo lo anterior, a la luz del título de esta obra, “El Reino de Dios y el Ministerio educativo de la Iglesia”, preferiría decir que “El Reino de Dios es meramente el ministerio educativo de la iglesia”. Me parece que no debemos buscar un ministerio educativo de la iglesia. Más bien deberíamos practicar con naturalidad lo que entendemos del Reino, aplicando así el verdadero ministerio educativo de la iglesia, perfeccionando a los santos y llevándolos al mismo cielo desde la tierra. Si Jesús dijo “venga tu reino”, nosotros deberíamos decir “si ya vino tu reino, vénganos más de él ahora y para siempre”.

[1] Daniel Schipani, El reino de Dios y el Ministerio Educativo de la Iglesia, pág. 13.
[2] En este sentido, se cuenta que un maestro de Escuela Dominical de la iglesia Nazaret de Guatemala, se acercó a su superintendente para preguntarle si le podía ayudar consiguiéndole un poco de “nieve”, porque según su manual de clase, en el lugar geográfico donde se realizaba la historia caía “nieve” y ella debía ejemplificarlo bien. Aquí hay un problema, dijo el superintendente, y es que “en Guatemala no hay nieve y por lo tanto la historia no encajaría muy bien con nuestro contexto”. Creo que lastimosamente muchos manuales de Educación Cristiana no necesariamente encajan con nuestro contexto latinoamericano. Por ejemplo, algunos manuales para niños proveen actividades en donde se exigen materiales caros y que sólo podrían ser posibles con niños de altos recursos, no con niños pobres o niños con dificultades económicas, como en el caso de muchos de nuestros escolares en países latinoamericanos.
[3] Schipani, págs. 17-20.
[4] Ibid, pág. 20.
[5] Esta es una cita que Schipani hace de Pedagogía del Oprimido (Montevideo: Tierra Nueva, 1972), capítulo 2.
[6] Schipani, pág. 54.
[7] Schipani hace mención del pensamiento de Leonardo Boff cuando dice: Cristo se entiende a sí mismo no solo como predicador y profeta de estas buenas nuevas (evangelio) sino ya como un elemento de la nueva situación transformadora. Él es el hombre nuevo, el Reino ya presente aunque velado en debilidad. Unirse a Cristo es una condición indispensable para participar en el nuevo orden que Dios ha de introducir. (Jesús Cristo Libertador, págs. 76-77). Qué bueno sería agregar el pensamiento de Boff a la “introducción” de nuestra filosofía de educación cristiana. Creo que es indispensable aclarar qué papel juega Cristo “El Rey” en nuestras vidas, qué alcance de desarrollo le hemos dado, antes de fijar el primer objetivo de nuestra filosofía de educación cristiana.
[8] Antiguo dicho Anabautista que suele mencionarse en las reflexiones cristológicas en América Latina.
[9] Schipani, págs. 91-92.
[10] Jesús Cristo Libertador, pág. 77.
[11] George E. Ladd, El Evangelio del Reino. Pág. 85.
[12] Schipani, Pág. 168

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