jueves, 4 de octubre de 2018

REVUELTAS POLÍTICAS ENTRE LA CRISTIANDAD



Foto: Reuters
Últimamente he notado cómo se encienden las relaciones interpersonales como cuando un incendio forestal acaba con todo, reduciendo a cenizas lo que antes era bello y frondoso, cada vez que se inicia el debate o la discusión sobre temas de política. De repente, incluso, vemos a los mismos cristianos discutiendo sobre política, algunos con un buen fundamento y otros no, y ofreciendo una gama de interpretaciones sobre los distintos hechos que acontecen en la nación. Lamentablemente, algunos cristianos no fundamentados ni en la Biblia, ni en una sana espiritualidad, ni en la educación, ni en las buenas costumbres, llegan al extremo de violentar verbalmente no sólo a quienes están involucrados en la política y el gobierno, sino también a aquellos que difieren con sus puntos de vista. Muchos están usando las redes sociales para combatir y pelear con otros que piensan distinto a ellos, lanzando amenazas, chismes, calumnias y cualquier tipo de ofensa, y todo por las diferencias de opinión en temas de política y gobierno. Otros, incluso, han llegado a romper relaciones familiares y relaciones de amistades verdaderamente importantes, ¡y todo por diferencias en temas de política!

Entonces, en un mundo político tenso y abrumador como el que vivimos en el siglo veintiuno, es menester que cada cristiano se haga esta pregunta: ¿Con qué actitud debemos abordar el tema de la política y cómo debería ser nuestro involucramiento en ella?  Alguien dijo alguna vez que la religión no encaja con la política. Pero, ¿será que esa aseveración es verdadera? Muchos cristianos se preguntan si nosotros los discípulos de Jesús, los que vivimos para Él con propósitos distintos, debemos tener resoluciones basadas en la política distintas a lo que el cristianismo nos demanda. Al examinar las enseñanzas bíblicas nos parece bien concluir que realmente no debemos hacerlo así. Las Escrituras, en todo caso, nos ofrecen principios que deberían guiarnos respecto a nuestra participación como cristianos en este tema.   

Hay varias verdades que deberíamos considerar. En primer lugar debemos tener un claro panorama tocante a la voluntad de Dios. Como cristianos debemos comprender que, más que tener una inclinación por un asunto político, la voluntad de Dios está por encima de dicha inclinación. En ese sentido, el plan y el propósito de Dios ya han sido establecidos y nosotros no podemos hacer nada para evitar que los designios y la voluntad de Dios se cumplan. Esa es una premisa que debemos comprender y que nunca debemos olvidar. Todo aquello que Dios se ha propuesto muy seguramente lo llevará a cabo, y ningún gobierno puede intervenir en ello. Es más, Dios es quien otorga o quita reyes en esta tierra y lo hace como Él quiere (Daniel 2:21). Si logramos captar esta primera premisa como la verdad de Dios, comprenderemos que la política es solamente un procedimiento que Dios usa o permite para manifestar y declarar Su voluntad.  Y aunque ciertamente hay personas malévolas que violentan el ejercicio político que se les ha otorgado, utilizándolo para propósitos del mal, no debemos olvidar que, no obstante a ello, Dios todo lo usa para bien.

Por otro lado, otra verdad muy importante a considerar es que debemos estar muy
Foto: Qué pasa Magazine
entendidos de que ningún gobierno ni ningún partido político tiene la capacidad de salvar al mundo. Esto suena muy exagerado, pero es una verdad. Es una segunda premisa que tampoco debemos olvidar. El cristiano debe tener claro que sólo Dios puede salvar. A menudo nosotros los cristianos nos quejamos mucho de nuestros gobernantes, del presidente, de los alcaldes, de los diputados, de cualquier funcionario de gobierno, al punto de vivir con una enorme expectativa acerca del desempeño de ellos, colocándolos casi en una posición de “salvadores” de nuestras problemáticas sociales, culturales, económicas y familiares que a diario experimentamos como nación, y cuando éstos nos fallan esa expectativa se cae por los suelos.  Cuando estudiamos los cuatro evangelios y a las epístolas del Nuevo Testamento, nunca vemos a Jesús ni a los apóstoles de Él incitando a los seguidores cristianos a revolucionar al mundo con ideas humanistas que se opusieran al sistema corrupto de su época a través de las esferas del gobierno. Jesús, los apóstoles y posteriormente la iglesia primitiva vivieron en medio de un gobierno romano corrupto, de un mundo religioso corrupto, en medio de una cultura corrupta, de una ética decadente, pero jamás movilizaron a los creyentes hacia un desacato civil que protestara en contra de las injusticias sociales de su época. En vez de ello, los apóstoles dieron órdenes a los discípulos a través de sus escritos de predicar el evangelio mediante su fiel ejemplo y una vida piadosa. ¿Y de qué manera los apóstoles les exigían a los discípulos que fueran ejemplo de conducta en medio de las demandas del imperio romano? Perdonando a los enemigos, obedeciendo a las autoridades aun cuando estas fueran sanguinarias y corruptas, evidenciando una verdadera transformación de mente en medio de una sociedad profundamente corrompida. Por eso, la iglesia primitiva siempre fue apolítica y nos dejó ese modelo a las futuras generaciones.


A la luz de lo anterior, ¿entonces cómo debería ser nuestro involucramiento como cristianos en los asuntos políticos y gubernativos? Una última verdad muy importante que deberíamos considerar es que Dios nos manda a que obedezcamos no sólo a las leyes de nuestra nación establecidas en nuestra Constitución Política sino también a las autoridades que nos gobiernan. Esa era la perspectiva que el apóstol Pablo tenía en mente cuando escribió a los cristianos que residían en Roma. Comportarnos bien ante el gobierno y vivir bajo el marco de la ley, es una responsabilidad de cada persona que se dice ser cristiana. Esa es una tercera premisa que nunca debemos olvidar. Las palabras de Pablo en Romanos 13:1 respecto a someternos a las autoridades pueden ser mejor comprendidas cuando las leemos en la Traducción del Lenguaje Actual, las cuales dicen así: “Sólo Dios puede darle autoridad a una persona, y es Él quien les ha dado poder a los gobernantes que tenemos. Por lo tanto, debemos obedecer a las autoridades del gobierno.”  En ese sentido, someternos a las estipulaciones de los organismos Judicial, Legislativo y Ejecutivo de nuestra nación es sinónimo de acatar, de estar dispuestos a ser obedientes y de guardar el respeto debido a quienes están dirigiendo a la nación desde una silla del gobierno. El mandamiento de obedecer a nuestras autoridades incluye que debemos estar dispuestos a simplemente dejar que ellos gobiernen a pesar de sus fallos, sus imperfecciones e, incluso, sus acciones de corrupción. Dios dice que “no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas” (Romanos 13:1) y que “quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.” (13:2) Por eso mencioné anteriormente que es importante comprender que la voluntad de Dios está por encima de nuestras inclinaciones políticas. Si lo gramos comprender dicha premisa, descansaremos en el hecho de que Dios en Su soberanía ha permitido que un presidente, un diputado, un alcalde, o cualquier funcionario público esté al frente gobernándonos y que Dios tiene el control de todo lo que sucede. Tener dicho entendimiento espiritual como cristianos facilita nuestra obediencia a las leyes y al gobierno. Por supuesto, estar expectantes de acatar lo que nuestras autoridades determinen no significa que no podamos reflexionar, evaluar, argumentar e, incluso, levantar nuestra voz y nuestra opinión respecto a aquellas cosas que no nos parecen. Y si habremos de pronunciarnos debemos hacerlo con palabras y acciones respetuosas, lo cual representa el digno comportamiento de un cristiano ante el mundo.

Foto: Global Politics Magazine
¿Debemos estar de acuerdo con las acciones de corrupción de nuestros gobernantes? No, no debemos estar de acuerdo, pero debemos estar en una actitud de sometimiento como Cristo y Sus apóstoles estuvieron sujetos al imperio romano en su época, mientras simultáneamente expresamos nuestra opinión de forma respetuosa y pacífica, dando buen testimonio de la luz de Cristo que habita en nosotros, orando por nuestras autoridades que nos gobiernan y actuando con buenas obras que sirvan como una magnífica propuesta individual y colectiva para la transformación de nuestra nación.

Finalmente, valdría la pena reflexionar en las respuestas que surgen de la siguiente pregunta: ¿Eres cristiano y a la vez estás molesto por la actual situación política por la que atraviesa tu nación? Si es así, entonces te recuerdo que la Biblia debe ser tu manual de vida, la cual debe regir tu manera de pensar y de actuar en medio del difícil contexto socio-político en el que vives. Te recuerdo que la iglesia de Cristo (a la cual dices que perteneces) es apolítica y que, por lo tanto, no debes seguir filosofías humanas afiliadas al secularismo que contradicen los santos pensamientos de Dios hallados en las Escrituras. Te recuerdo que tu misión no es batallar en contra de un sistema político que no te gusta, sino hacer discípulos a todas las naciones (Mateo 28:19-20) a partir del hecho de que primero debes hacer de tu vida la mejor ofrenda para Dios (Romanos 12:1). Te recuerdo que no debes perder tu tiempo en cosas que no honren a Dios, que ofendan a tu prójimo y que minimicen tu crecimiento espiritual, sino más bien velar porque nadie te engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo (Colosenses 2:8). Te recuerdo que no debes faltarle el respeto a nadie, ni con tus palabras, ni con tus acciones, ni con tus pensamientos; sí, a nadie, ni a tus padres, ni a tus hijos, ni a tus jefes, ni a tus gobernadores, ni a los políticos. Te recuerdo que ninguna palabra corrompida debe salir de tu boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes (Efesios 4:29). Te recuerdo que debes amar a tus enemigos y hacer el bien a los que te aborrecen (Lucas 6:27), incluyendo a los políticos corruptos. Te recuerdo que debes ser luz en medio de un contexto político oscuro (Mateo 5:17). Te recuerdo que no debes perseguir movimientos ideológicos, filosóficos o políticos de izquierda o derecha que de alguna forma pongan en cuestión lo establecido por Dios, sino buscar primeramente el reino de Dios y Su justicia (Mateo 6:33), el cual es el único movimiento ecuánime en este mundo. Te recuerdo que debes estar de acuerdo con Dios y sus preceptos, no con cualquier tipo de ideología humanista que te despista de vivir en la piedad. Te recuerdo que, dado que Dios te eligió para que seas su pueblo santo y amado por él, tienes que vestirte de tierna compasión, bondad, humildad, gentileza y paciencia, siendo comprensivo con las faltas de los demás y perdonando a todo el que te ofenda, sea éste un familiar, el presidente de la nación, el funcionario público, el candidato político o simplemente tu vecino de la esquina; no olvidando que Dios te perdonó tus faltas y que por ello debes vestirte de amor, permitiendo que la paz de Cristo gobierne en tu corazón para estar en perfecta armonía con todos (Colosenses 3:12-15).

Si eres cristiano, entonces debes pensar y actuar de manera distinta a los demás. “Concéntrate en todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo bello y todo lo admirable. Piensa en cosas excelentes y dignas de alabanza” (Filipenses 4:8), cosas enriquecedoras que no tienen nada que ver con la actual crisis política por la que atraviesa tu nación, crisis por la cual te quejas y te molestas. Si eres cristiano, sé feliz, sirve a tu prójimo, renueva tu mente y cambia al mundo.