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Foto: Reuters |
Últimamente he notado
cómo se encienden las relaciones interpersonales como cuando un incendio
forestal acaba con todo, reduciendo a cenizas lo que antes era bello y
frondoso, cada vez que se inicia el debate o la discusión sobre temas de
política. De repente, incluso, vemos a los mismos cristianos discutiendo sobre
política, algunos con un buen fundamento y otros no, y ofreciendo una gama de
interpretaciones sobre los distintos hechos que acontecen en la nación. Lamentablemente, algunos cristianos no fundamentados
ni en la Biblia, ni en una sana espiritualidad, ni en la educación, ni en las
buenas costumbres, llegan al extremo de violentar verbalmente no sólo a quienes
están involucrados en la política y el gobierno, sino también a aquellos que
difieren con sus puntos de vista. Muchos están usando las redes sociales para
combatir y pelear con otros que piensan distinto a ellos, lanzando amenazas,
chismes, calumnias y cualquier tipo de ofensa, y todo por las diferencias de
opinión en temas de política y gobierno. Otros, incluso, han llegado a romper
relaciones familiares y relaciones de amistades verdaderamente importantes, ¡y
todo por diferencias en temas de política!
Entonces, en un mundo
político tenso y abrumador como el que vivimos en el siglo veintiuno, es
menester que cada cristiano se haga esta pregunta: ¿Con qué actitud debemos
abordar el tema de la política y cómo debería ser nuestro involucramiento en
ella? Alguien dijo alguna vez que la
religión no encaja con la política. Pero, ¿será que esa aseveración es
verdadera? Muchos cristianos se preguntan si nosotros los discípulos de Jesús,
los que vivimos para Él con propósitos distintos, debemos tener resoluciones
basadas en la política distintas a lo que el cristianismo nos demanda. Al
examinar las enseñanzas bíblicas nos parece bien concluir que realmente no
debemos hacerlo así. Las Escrituras, en todo caso, nos ofrecen principios que
deberían guiarnos respecto a nuestra participación como cristianos en este tema.
Hay varias verdades que deberíamos considerar.
En primer lugar debemos tener un claro panorama tocante a la voluntad de Dios.
Como cristianos debemos comprender que, más que tener una inclinación por un
asunto político, la voluntad de Dios está por encima de dicha inclinación. En
ese sentido, el plan y el propósito de Dios ya han sido establecidos y nosotros
no podemos hacer nada para evitar que los designios y la voluntad de Dios se
cumplan. Esa es una premisa que debemos comprender y que nunca debemos olvidar.
Todo aquello que Dios se ha propuesto muy seguramente lo llevará a cabo, y
ningún gobierno puede intervenir en ello. Es más, Dios es quien otorga o quita
reyes en esta tierra y lo hace como Él quiere (Daniel 2:21). Si logramos captar
esta primera premisa como la verdad de Dios, comprenderemos que la política es
solamente un procedimiento que Dios usa o permite para manifestar y declarar Su
voluntad. Y aunque ciertamente hay
personas malévolas que violentan el ejercicio político que se les ha otorgado,
utilizándolo para propósitos del mal, no debemos olvidar que, no obstante a
ello, Dios todo lo usa para bien.
Por otro lado, otra verdad muy importante a
considerar es que debemos estar muy
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Foto: Qué pasa Magazine |
entendidos de que ningún gobierno ni ningún
partido político tiene la capacidad de salvar al mundo. Esto suena muy
exagerado, pero es una verdad. Es una segunda premisa que tampoco debemos
olvidar. El cristiano debe tener claro que sólo Dios puede salvar. A menudo
nosotros los cristianos nos quejamos mucho de nuestros gobernantes, del
presidente, de los alcaldes, de los diputados, de cualquier funcionario de
gobierno, al punto de vivir con una enorme expectativa acerca del desempeño de
ellos, colocándolos casi en una posición de “salvadores” de nuestras problemáticas
sociales, culturales, económicas y familiares que a diario experimentamos como
nación, y cuando éstos nos fallan esa expectativa se cae por los suelos. Cuando estudiamos los cuatro evangelios y a
las epístolas del Nuevo Testamento, nunca vemos a Jesús ni a los apóstoles de
Él incitando a los seguidores cristianos a revolucionar al mundo con ideas
humanistas que se opusieran al sistema corrupto de su época a través de las
esferas del gobierno. Jesús, los apóstoles y posteriormente la iglesia primitiva
vivieron en medio de un gobierno romano corrupto, de un mundo religioso
corrupto, en medio de una cultura corrupta, de una ética decadente, pero jamás
movilizaron a los creyentes hacia un desacato civil que protestara en contra de
las injusticias sociales de su época. En vez de ello, los apóstoles dieron
órdenes a los discípulos a través de sus escritos de predicar el evangelio
mediante su fiel ejemplo y una vida piadosa. ¿Y de qué manera los apóstoles les
exigían a los discípulos que fueran ejemplo de conducta en medio de las demandas
del imperio romano? Perdonando a los enemigos, obedeciendo a las autoridades
aun cuando estas fueran sanguinarias y corruptas, evidenciando una verdadera
transformación de mente en medio de una sociedad profundamente corrompida. Por
eso, la iglesia primitiva siempre fue apolítica y nos dejó ese modelo a las
futuras generaciones.
A la luz de lo anterior, ¿entonces cómo debería
ser nuestro involucramiento como cristianos en los asuntos políticos y
gubernativos? Una última verdad muy importante que deberíamos considerar es que
Dios nos manda a que obedezcamos no sólo a las leyes de nuestra nación
establecidas en nuestra Constitución Política sino también a las autoridades
que nos gobiernan. Esa era la perspectiva que el apóstol Pablo tenía en mente
cuando escribió a los cristianos que residían en Roma. Comportarnos bien ante
el gobierno y vivir bajo el marco de la ley, es una responsabilidad de cada
persona que se dice ser cristiana. Esa es una tercera premisa que nunca debemos
olvidar. Las palabras de Pablo en Romanos 13:1 respecto a someternos a las
autoridades pueden ser mejor comprendidas cuando las leemos en la Traducción
del Lenguaje Actual, las cuales dicen así: “Sólo
Dios puede darle autoridad a una persona, y es Él quien les ha dado poder a los
gobernantes que tenemos. Por lo tanto, debemos obedecer a las autoridades del
gobierno.” En ese sentido,
someternos a las estipulaciones de los organismos Judicial, Legislativo y
Ejecutivo de nuestra nación es sinónimo de acatar, de estar dispuestos a ser
obedientes y de guardar el respeto debido a quienes están dirigiendo a la
nación desde una silla del gobierno. El mandamiento de obedecer a nuestras
autoridades incluye que debemos estar dispuestos a simplemente dejar que ellos
gobiernen a pesar de sus fallos, sus imperfecciones e, incluso, sus acciones de
corrupción. Dios dice que “no hay
autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”
(Romanos 13:1) y que “quien se opone a la
autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean
condenación para sí mismos.” (13:2) Por eso mencioné anteriormente que es
importante comprender que la voluntad de Dios está por encima de nuestras
inclinaciones políticas. Si lo gramos comprender dicha premisa, descansaremos
en el hecho de que Dios en Su soberanía ha permitido que un presidente, un
diputado, un alcalde, o cualquier funcionario público esté al frente
gobernándonos y que Dios tiene el control de todo lo que sucede. Tener dicho
entendimiento espiritual como cristianos facilita nuestra obediencia a las
leyes y al gobierno. Por supuesto, estar expectantes de acatar lo que nuestras
autoridades determinen no significa que no podamos reflexionar, evaluar,
argumentar e, incluso, levantar nuestra voz y nuestra opinión respecto a
aquellas cosas que no nos parecen. Y si habremos de pronunciarnos debemos
hacerlo con palabras y acciones respetuosas, lo cual representa el digno
comportamiento de un cristiano ante el mundo.
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Foto: Global Politics Magazine |
¿Debemos estar de acuerdo
con las acciones de corrupción de nuestros gobernantes? No, no debemos estar de
acuerdo, pero debemos estar en una actitud de sometimiento como Cristo y Sus
apóstoles estuvieron sujetos al imperio romano en su época, mientras
simultáneamente expresamos nuestra opinión de forma respetuosa y pacífica,
dando buen testimonio de la luz de Cristo que habita en nosotros, orando por
nuestras autoridades que nos gobiernan y actuando con buenas obras que sirvan
como una magnífica propuesta individual y colectiva para la transformación de
nuestra nación.
Finalmente, valdría la pena reflexionar en las respuestas
que surgen de la siguiente pregunta: ¿Eres cristiano y a la vez estás molesto por
la actual situación política por la que atraviesa tu nación? Si es así,
entonces te recuerdo que la Biblia debe ser tu manual de vida, la cual debe
regir tu manera de pensar y de actuar en medio del difícil contexto
socio-político en el que vives. Te recuerdo que la iglesia de Cristo (a la cual
dices que perteneces) es apolítica y que, por lo tanto, no debes seguir
filosofías humanas afiliadas al secularismo que contradicen los santos
pensamientos de Dios hallados en las Escrituras. Te recuerdo que tu misión no
es batallar en contra de un sistema político que no te gusta, sino hacer
discípulos a todas las naciones (Mateo 28:19-20) a partir del hecho de que
primero debes hacer de tu vida la mejor ofrenda para Dios (Romanos 12:1). Te
recuerdo que no debes perder tu tiempo en cosas que no honren a Dios, que
ofendan a tu prójimo y que minimicen tu crecimiento espiritual, sino más bien
velar porque nadie te engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según
las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según
Cristo (Colosenses 2:8). Te recuerdo que no debes faltarle el respeto a nadie,
ni con tus palabras, ni con tus acciones, ni con tus pensamientos; sí, a nadie,
ni a tus padres, ni a tus hijos, ni a tus jefes, ni a tus gobernadores, ni a los
políticos. Te recuerdo que ninguna palabra corrompida debe salir de tu boca,
sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los
oyentes (Efesios 4:29). Te recuerdo que debes amar a tus enemigos y hacer el
bien a los que te aborrecen (Lucas 6:27), incluyendo a los políticos corruptos.
Te recuerdo que debes ser luz en medio de un contexto político oscuro (Mateo
5:17). Te recuerdo que no debes perseguir movimientos ideológicos, filosóficos
o políticos de izquierda o derecha que de alguna forma pongan en cuestión lo
establecido por Dios, sino buscar primeramente el reino de Dios y Su justicia
(Mateo 6:33), el cual es el único movimiento ecuánime en este mundo. Te
recuerdo que debes estar de acuerdo con Dios y sus preceptos, no con cualquier tipo
de ideología humanista que te despista de vivir en la piedad. Te recuerdo que,
dado que Dios te eligió para que seas su pueblo santo y amado por él, tienes
que vestirte de tierna compasión, bondad, humildad, gentileza y paciencia,
siendo comprensivo con las faltas de los demás y perdonando a todo el que te
ofenda, sea éste un familiar, el presidente de la nación, el funcionario público,
el candidato político o simplemente tu vecino de la esquina; no olvidando que
Dios te perdonó tus faltas y que por ello debes vestirte de amor, permitiendo
que la paz de Cristo gobierne en tu corazón para estar en perfecta armonía con
todos (Colosenses 3:12-15).
Si eres cristiano, entonces debes pensar y actuar de
manera distinta a los demás. “Concéntrate
en todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro,
todo lo bello y todo lo admirable. Piensa en cosas excelentes y dignas de
alabanza” (Filipenses 4:8), cosas enriquecedoras que no tienen nada que ver
con la actual crisis política por la que atraviesa tu nación, crisis por la cual
te quejas y te molestas. Si eres cristiano, sé feliz, sirve a tu prójimo,
renueva tu mente y cambia al mundo.